IMPRESCINDIBLE BUENA PRESENCIA

A menudo se habla de cómo nuestro país necesita, cada día más, que quienes pretenden incorporarse al mercado de trabajo cuenten con una sólida formación y sean capaces de adquirir destrezas  singulares que se traduzcan en competitividad y añadan valor a la actividad que desarrollan. Sin duda ha de ser así, pero la experiencia demuestra que la adecuada capacitación es algo necesario, pero no pocas veces insuficiente. Una imagen atractiva, una cuidada “puesta en escena” personal puede marcar la diferencia entre dos candidatos/as a ocupar un puesto de trabajo, y eso que, en ocasiones, ese puesto no requiera una manifestación o una presentación exterior o en  público. En general, se considera comprensible que en determinados trabajos o profesiones se reclame lo que se conoce como una “buena presencia” (en realidad, algo bastante subjetivo, como puede imaginarse), pero, en otros casos, cuando tal presencia no puede considerarse imprescindible por la naturaleza de la actividad que se requiere, la apariencia, el estilo personal, algunos detalles del propio físico juegan un papel importante donde no deberían hacerlo. En este caso, el prejuicio juega a favor de quien tiene la suerte de poseer un físico agradable y opera contra quien, reuniendo las condiciones para ser profesionalmente apto/a, se ve relegado/a por su pobre apariencia exterior. Resulta obligado por tanto que, además de formar parte de “la generación mejor preparada de la historia de España”, se procure serlo, también, de la más atractiva. ¿La reforma laboral? ¡Qué se mueran los feos!


Paloma Rey Ortiz de Solórzano