martes, 1 de mayo de 2012

Estereotipos y estética


Desde siempre la estética de las personas nos ha transmitido una opinión acerca de ellas. Es un hecho que primero juzgamos por las apariencias ya que la imagen de una persona es la información inmediata que recibimos de ella, es como su tarjeta de presentación; es lo que nos entra por los ojos a primera vista. Por tanto, constantemente asociamos la estética de una persona a una manera de pensar, de actuar, unas aficiones, una situación económica…en definitiva estereotipamos a las personas en base a su estética.
A pesar de que esto siempre ha sido así, nuestras valoraciones acerca de la estética cambian y lo que antes era preferido ahora no lo es y al revés. Por ejemplo, antiguamente, el estereotipo de mujer perfecta correspondería con “Las tres Gracias” de Rubens, mujeres corpulentas y entradas en carnes, lo que significaba riqueza y buen estatus; y de piel muy clara, lo que indicaba que no trabajaban al aire libre.



Los cánones o patrones de belleza son variables y pasajeros y siempre  han respondido a motivos sociales y económicos. Hoy día, en los países desarrollados, la obesidad es considerada una enfermedad asociada con numerosas complicaciones como ciertas condiciones de salud o enfermedades y un incremento de la mortalidad. Por el contrario, el ideal de belleza femenino que tenemos hoy en día se corresponde con la de un cuerpo delgado, ágil, esbelto, gran altura, vientres lisos, cabello abundante, ojos grandes, nariz pequeña, labios carnosos, senos simétricos y sólidos, piernas largas y delgadas, cadera marcada aunque no excesiva, cuerpos bronceados, y, sobre todo, jóvenes. 
El ideal de belleza masculino actual se corresponde con el del hombre ideal de la Antigüedad grecolatina y el del Renacimiento. Destaca la importancia del ejercicio físico y se valora la estatura superior a la media,  las extremidades y el tronco levemente musculosos, la espalda ancha y las piernas largas y deportivas.
Como vemos, nuestro canon actual no difiere mucho del propuesto en el Discóbolo de Mirón.


Todo esto correspondería a la cultura occidental, pero está claro que no en todas partes se valora lo mismo. Por ejemplo, en algunos pueblos de Birmania la belleza se mide por los aros que se consigan colocar en el cuello de las mujeres, que puede alcanzar incluso 25 cm., hasta deformarlo por completo (les llaman las mujeres jirafa), de modo que si llegasen a quitárselo se les romperían los huesos del cuello. La mujer tuareg es valorada según el número máximo de michelines que consiga acumular en el vientre. A las adolescentes de Papua Guinea les estiran los pechos para dejarlos caídos; así tendrán más posibilidades de casarse. Las etíopes deforman sus labios con discos de arcilla. Las Txucarramae se afeitan la cabeza. Otras se liman los dientes; en otras tribus se estiran las orejas con peso o permiten que les venden los pies desde pequeñas para, con la excusa de la belleza de los pies pequeños, impedir su movimiento.
Hoy en día esta situación se ha vuelto más compleja, ya que existen una enorme cantidad de tribus urbanas con una estética y una forma de ver la vida concretas. Actualmente, vemos a una persona, especialmente si es joven, y en seguida la catalogamos en su correspondiente tribu urbana( hippie, emo, heavy, bakala…) y con ello, automáticamente le adjudicamos una ideología, un modo de pensar, unos gustos, y un ocio concreto.
 Como conclusión me parece evidente que la estética es una de las herramientas más generalizadas a la hora de catalogar a las personas. Siempre nos han transmitido algo acerca de las ellas. En un primer momento fundamentalmente estatus y posición social, profesión y nivel económico. Con el siglo XX empezó a tener más importancia la ideología y la gente más transgresora creaba tendencia. Hoy en día, en mi opinión, la ideología ha ido perdiendo peso (aunque no en todos los grupos) y la estética está más ligada a la imagen en sí, un modo de vida y un ocio concreto.



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