Desde
siempre la estética de las personas nos ha transmitido una opinión acerca de
ellas. Es un hecho que primero juzgamos por las apariencias ya que la imagen de
una persona es la información inmediata que recibimos de ella, es como su
tarjeta de presentación; es lo que nos entra por los ojos a primera vista. Por
tanto, constantemente asociamos la estética de una persona a una manera de
pensar, de actuar, unas aficiones, una situación económica…en definitiva
estereotipamos a las personas en base a su estética.
A pesar de
que esto siempre ha sido así, nuestras valoraciones acerca de la estética
cambian y lo que antes era preferido ahora no lo es y al revés. Por ejemplo,
antiguamente, el estereotipo de mujer perfecta correspondería con “Las tres
Gracias” de Rubens, mujeres corpulentas y entradas en carnes, lo que
significaba riqueza y buen estatus; y de piel muy clara, lo que indicaba que no
trabajaban al aire libre.
Los cánones o patrones de belleza son variables y pasajeros y siempre han respondido a motivos sociales y
económicos. Hoy día, en los países desarrollados, la obesidad es considerada
una enfermedad asociada con numerosas complicaciones como ciertas condiciones
de salud o enfermedades y un incremento de la mortalidad. Por el contrario, el
ideal de belleza femenino que tenemos hoy en día se corresponde con la de un
cuerpo delgado, ágil, esbelto, gran altura, vientres lisos, cabello abundante,
ojos grandes, nariz pequeña, labios carnosos, senos simétricos y sólidos, piernas
largas y delgadas, cadera marcada aunque no excesiva, cuerpos bronceados, y,
sobre todo, jóvenes.
El ideal de
belleza masculino actual se corresponde con el del hombre ideal de la
Antigüedad grecolatina y el del Renacimiento. Destaca la importancia del
ejercicio físico y se valora la estatura superior a la media, las extremidades y el tronco levemente
musculosos, la espalda ancha y las piernas largas y deportivas.
Como vemos,
nuestro canon actual no difiere mucho del propuesto en el Discóbolo de Mirón.
Todo esto
correspondería a la cultura occidental, pero está claro que no en todas partes
se valora lo mismo. Por ejemplo, en algunos pueblos de Birmania la belleza se
mide por los aros que se consigan colocar en el cuello de las mujeres, que
puede alcanzar incluso 25 cm., hasta deformarlo por completo (les llaman las
mujeres jirafa), de modo que si llegasen a quitárselo se les romperían los
huesos del cuello. La mujer tuareg es valorada según el número máximo de
michelines que consiga acumular en el vientre. A las adolescentes de Papua
Guinea les estiran los pechos para dejarlos caídos; así tendrán más
posibilidades de casarse. Las etíopes deforman sus labios con discos de
arcilla. Las Txucarramae se afeitan la cabeza. Otras se liman los dientes; en otras
tribus se estiran las orejas con peso o permiten que les venden los pies desde
pequeñas para, con la excusa de la belleza de los pies pequeños, impedir su
movimiento.
Hoy en día
esta situación se ha vuelto más compleja, ya que existen una enorme cantidad de
tribus urbanas con una estética y una forma de ver la vida concretas. Actualmente,
vemos a una persona, especialmente si es joven, y en seguida la catalogamos en
su correspondiente tribu urbana( hippie, emo, heavy, bakala…) y con ello,
automáticamente le adjudicamos una ideología, un modo de pensar, unos gustos, y
un ocio concreto.
Como conclusión me parece evidente que la
estética es una de las herramientas más generalizadas a la hora de catalogar a
las personas. Siempre nos han transmitido algo acerca de las ellas. En un
primer momento fundamentalmente estatus y posición social, profesión y nivel
económico. Con el siglo XX empezó a tener más importancia la ideología y la
gente más transgresora creaba tendencia. Hoy en día, en mi opinión, la
ideología ha ido perdiendo peso (aunque no en todos los grupos) y la estética
está más ligada a la imagen en sí, un modo de vida y un ocio concreto.
uy gyi8+
ResponderEliminar010yhtyvvctezxerf
MUY BIEN
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