Estamos rodeados de
películas, de interpretaciones de unos y otros personajes, algunos más famosos,
otros que forman parte de la historia del mundo y otros, simplemente, nacidos
de la imaginación de directores, guionistas o escritores. Muchas veces buscamos
en las películas una evasión, permanecer durante un tiempo aproximado de dos
horas en otro mundo, en otra situación, pendientes de la vida de otros en lugar
de la propia, ser por un momento otra persona. Pero, ¿cómo es esa persona?
Quizás parecida o quizás diferente, pero en muchos casos habrá sido
transformada para enamorar a nuestros ojos. Si no es así pensemos: ¿Cuántos de
nosotros no nos hemos sentido decepcionados al ver a uno de los personajes de
nuestro libro favorito llevados a la gran pantalla? Y es que el séptimo arte
también está bañado en estereotipos, tanto que la propia realidad o historia se
mancha o pisotea con tal de seguir los estereotipos marcados por la sociedad.
Para situar al lector ante
este hecho propondremos una serie de ejemplos, de personajes, que pueden ser fácilmente
observados en películas conocidas por muchos de nosotros:
· * Enrique VIII: físicamente era un hombre tosco,
con tendencia al sobrepeso, teniendo en sus últimos años una medida de cintura
de 137 centímetros; esta obesidad le llevó a sufrir un accidente de justa donde
perdió la posibilidad de realizar actividades físicas así como la derivación en
una ulcera, la cual pudo ser una de las causas de su muerte. Además era un
hombre enfermo donde los haya: sufría sífilis, gota y el síndrome de McLeod,
este último era la causa de su imposibilidad de tener hijos varones y, sobre
todo, de tener hijos sanos.
Todas estas características tanto
físicas como en el aspecto saludable del que fue rey de Inglaterra y Señor de
Irlanda hacen que no fuese lo que actualmente entenderíamos por alguien bello
(ni aún en su tiempo lo era sino por su poder). Pero el cine no podía permitir
que sus espectadores tuviesen ante sus ojos a un ser tan repugnante del cual
querían dar la imagen de conquistador, tanto en el campo de batalla como en el
sexual. Por este motivo, a la hora de llevar a este personaje histórico a la
gran pantalla tuvieron que hacerle unos pequeños “arreglos”, tanto que nuestro
Enrique VIII de peso elevado y múltiples enfermedades se convertía en un
fuerte, joven y saludable Eric Bana (en la película Las hermanas Bolena del director Justin Chadwick) o en un Jonathan
Rhys-Meyers moreno y de mirada clara y penetrante (serie de televisión Los Tudor creada por Michael Hirst).
Un poco lejos de la
realidad, ¿no creen?.
·
* Michelangelo Buonarroti: más conocido en
España como Miguel Ángel, autor de maravillas como La Piedad, David o La creación de Adán, una de las obras
que podemos encontrar en la Capilla Sixtina del Vaticano. Era un artista
indiscutible pero debajo de esa cara se escondía otra de mucha menos belleza
que la que sus manos creaban. Miguel Ángel era, en palabras de Giorgio Vasari (Las vidas de los más excelentes arquitectos,
pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos, Florencia
1550): “con esfuerzo ha llegado a los
setenta y tres años ya, dándose a conocer como prudente hombre, reservado y
ambiguo, como con doble sentido en su forma de hablar, dice que la poca práctica
hace al hombre calamitoso pero feliz, aunque no sé dónde ha observado esto (…)” También se sabe de este artista que
era un hombre de carácter, algo que se demuestra entre otros episodios en el
enfrentamiento que tiene lugar contra el pintor y orfebre Francia (Francesco di
Marco di Giacomo Rabiolini).
Físicamente
no era alguien bello como tal. Padecía una hipercifosis, o lo que es lo mismo,
tenía joroba, además de una ceguera causada por la caída de las pinturas al
pintar tumbado los techos de las capillas. De él se decía que parecía un
cuervo, por lo huraño y oscuro que se mostraba hacia los demás.
Sin ir
más lejos, el director Carol Reed, que decidió llevar a la gran pantalla a este
personaje tan pintoresco (en la película El
tormento y el éxtasis), a este artista, no eligió a cualquiera para
interpretar el papel, sino al mismísimo Charlton Heston, para muchos un icono
de la belleza madura, de nuevo distando mucho de la realidad.
* Jean-Baptiste Grenouille: protagonista de El Perfume, del escritor alemán Patrick
Süskind. En el propio libro se describe al personaje: “Durante su infancia sobrevivió… como consecuencia de todo ello le
quedaron cicatrices, arañazos, costras y un pie algo estropeado que le hacía
cojear, pero vivía (…) Y no obstante,
visto de manera objetiva, no tenía nada que inspirase miedo. No era muy alto –cuando
creció- ni robusto; feo, desde luego…(…) Al cabo de un año… contrajo el ántrax maligno. Solo le quedaron
cicatrices de los grandes ántrax negros que tuvo detrás de las orejas, en el
cuello y en las mejillas, que lo desfiguraban, afeándolo todavía más”. Nada
más hace falta escribir de este muchacho para saber que la belleza no era uno
de sus fuertes (como el olfato). En este caso es cierto que no tenemos
referencias artísticas o fotográficas que puedan mostrarnos la verdadera imagen
de este personaje, pero nuestra imaginación no daría lugar precisamente a un
hermoso joven si dependemos de dicha descripción.
Aún
así, y aunque en este caso el director Tom Tykwer no se dirigió a un actor idolatrado por su físico, el artista que interpretó a este personaje, Ben
Whishaw, no tenía ese aspecto repulsivo, lleno de magulladuras y dolencias como
en la novela se cuenta, sino ojos azules, cabello oscuro y una tez fina y agradable.
De
nuevo demostramos la censura en la gran pantalla, ¿o alguien es capaz de encontrar esas múltiples cicatrices y esa innegable fealdad?.
Estos ejemplos deberían ser suficientes para observar, como ya se ha dicho, la censura física a la que estamos expuestos y de los que nosotros mismos formamos parte, ¿o es que a alguien le agrada ver personajes con malformaciones, repulsivos, que nos inciten a apartar la mirada de la pantalla? Ni nosotros ni los cineastas queremos eso, por lo que, para solucionar este pequeño problema, todo es fácil si ponemos una máscara delante de aquello que no nos gusta, que no queremos que sea apreciable, ¿no les suena esto de algo? Quizás… ¿a la vida real? Por ejemplo.
Carmen D.S.